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Desde Vallfirest realizaron una entrevista con Mercedes Bachfischer, analista de incendios argentina, (actualmente trabajando para The Emergency Program) para comprender las claves de este fenómeno y se la compartimos a continuación                                                                                                                            

Argentina ha vivido una temporada de incendios 2020-2021 muy severa. Tras un periodo anormalmente seco y caluroso, las sierras de Córdoba encadenaron cinco meses de incendios sin tregua, que arrasaron más de 300 mil hectáreas. El 7 de marzo, en la Comarca Andina del Paralelo 42, en Patagonia, se registrarondos grandes incendios con características extremas y graves consecuencias socioambientales. Hablamos con Mercedes Bachfischer, analista de incendios argentina, para comprender las claves de este fenómeno.

 

M.B.: Nací en Buenos Aires, en plena ciudad, pero durante mi adolescencia me mudé con mi familia al sur del país, a la localidad de Lago Puelo, en la Patagonia. Nos fuimos a vivir a un área montañosa rodeada de bosque, principalmente nativo, donde es de esperar que ocurran incendios forestales. El fuego dejó de ser un fenómeno que veía en el televisor y pasó a ser parte de la realidad de mi entorno. Durante esos años presencié varios incendios de cierta magnitud, que arrasaron parte de las laderas. Cuando empecé la universidad me di cuenta de que quería contribuir de alguna manera, proteger ese espacio natural, y decidí especializarme en el ámbito de incendios.

 

vft: Y empezaste a trabajar como analista de incendios.

M.B.: Terminé la universidad y empecé a trabajar en el área técnica del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales de Río Negro (SPLIF). Durante el año, realizaba tareas de prevención y presupresión, recabando datos y actualizando el SIG institucional, evaluando el riesgo, el estado de la vegetación… y cuando se producían incendios, actuaba como parte analítica del centro de mando, generando la cartografía operativa y proporcionando la información necesaria poder aprovechar los recursos. Trabajábamos de forma activa con otras instituciones provinciales (de nuestra provincia y la vecina), Parques Nacionales y Servicio Nacional de Manejo del Fuego, porque estábamos en una zona limítrofe y el fuego no respeta los límites políticos.

Después de años de investigación, me ofrecieron la oportunidad de viajar a España para trabajar con el equipo de TEP, el primer programa de formación en incendios forestales. Ese fue otro salto en mi carrera. Amplié el horizonte para trabajar a nivel internacional, tener un enfoque global y tratar de responder cuestiones a otra escala. Este último año tuve la oportunidad de analizar los grandes eventos que ocurrieron en Bolivia, Australia, California y Argentina.

 

vft: ¿Con qué tipo de información trabajáis? ¿Cómo funcionan los SIG, (Sistemas de Información Geográfica)?

M.B.: Los SIG son herramientas que nos permiten recolectar, procesar y gestionar información de distintas fuentes. Tenemos datos vectoriales (polígonos, líneas y puntos) que pueden estar representando caminos, cursos de agua, viviendas, perímetros de incendios; o rasters (imágenes satelitales). Estas segundas, las usamos, por ejemplo, cuando se produce una ignición, para recurrir a los puntos calientes, buscando las zonas en las que el satélite detecta anomalías de temperatura. En base al sensado remoto, podemos recrear las isócronas, es decir, los perímetros de avance de los incendios y contabilizar áreas quemadas, elavorando mapas de severidad, analizando las columnas de humo y viendo si se han desarrollado PyroCb (pirocumulonimbus).

En ocasiones, también he trabajado con simuladores como el FlamMap, Prometheus o el Wildfire Analyst.

 

vft: ¿Con qué precisión podéis predecir el avance de los incendios?

M.B.: Analizamos la predicción meteorológica en superficie (viento, temperatura, etc), pero también el estado de la atmósfera en los distintos niveles, para ver si es estable, si hay mucho viento en altura o un ingreso de humedad. Todas esas variables también ayudan a entender cómo puede llegar a comportarse el incendio en el futuro inmediato.

Existe una plataforma a nivel global que se llama GWIS, que permite hacer seguimiento de los índices de peligro de incendio.

Uno de ellos es el drought code, el código de sequía, que nos da una idea de la evolución de la temporada en términos de disponibilidad de los combustibles medios y grueso. También existe un índice para determinar el contenido de humedad de los combustibles finos. Con esos datos, podemos estimar la probabilidad de incendio y el tipo de fuego que tendríamos. Lo más interesante, es que esta plataforma permite visualizar las anomalías acaecidas en las temporadas anteriores, identificando sitios donde particularmente se está dando un cambio y hay que estar alerta ante la posibilidad de eventos extremos o poco comunes.

vft: ¿Qué pasó este año en la Patagonia Argentina?

M.B.: Se produjeron dos incendios de quinta y sexta generación. Hubo simultaneidad y alta intensidad. Dos incendios con formas y superficies parecidas, pero muy distintos entre sí. En términos de superficie afectada, estamos hablando de incendios de cerca de 15.000 ha, con la diferencia de que uno lo hizo a lo largo de tres meses y el otro lo hizo en 9 horas, con impactos ambientales y socioeconómicos nunca antes vistos allá. El primero prendió en el complejo Costa del Tornero y el Boquete, en El Bolsón, en la provincia de Río Negro. El otro comenzó en Chubut, la provincia que le sigue al sur de Río Negro, en Las Golondrinas.

El incendio de la Costa del Tornero empezó a fines de enero. Nos sorprendió por las grandes intensidades de llama y las rápidas carreras sobre las masas forestales y tierras de pastoreo. En la peor jornada, el frente del fuego avanzó 9.13km en medio día. Para dimensionar este evento, podríamos decir que el largo del incendio durante esa jornada, adquirió el tamaño de 76 campos de fútbol. Este mismo incendio, se reactivó a principios de marzo, propagando nuevamente con comportamiento extremo.

El 9 de marzo por la tarde, en la misma comarca de Río Negro, se produjeron dos igniciones que a las horas dieron lugar a un único incendio: el de Las Golondrinas-Radal. Este segundo evento tuvo un comportamiento mucho más explosivo; ya no hablábamos sólo de bosques quemados sino también, de áreas de interfase con la pérdida de más de 500 viviendas y la vida de 3 civiles. En el momento crítico, logré registrar una velocidad 10.4 km/h.

 

vft: ¿Por qué ocurrió?

M.B.: Se dieron las condiciones para que se produjeran incendios de grandes dimensiones. A finales de enero hubo una oleada de calor y escasez de precipitaciones que duró un mes y medio. Aunque el verano es la estación seca es esta región, este año las condiciones se acentuaron. Eso hizo que la vegetación se secara.

Durante las noches del último mes, no hubo descensos marcados de la temperatura. Esto incidió notablemente en el estrés hídrico de los combustibles, no hablamos solamente de los finos (pastos, pinocha…), sino también de los medianos y gruesos, (augurando velocidad e intensidad en las carreras de incendios si se producía una ignición). En marzo, el área técnica del Servicio de Manejo de Fuego advirtió que existía peligrosidad por la entrada de un frente frío del pacífico. Esta suma de factores, en una zona con vegetación desarrollada, con áreas de interfase en la ladera de un cerro, con una importante densidad de construcciones y la vegetación circundante, no siempre gestionada, era el escenario propicio para la generación de eventos extremos.

vft: También en 2020, en las sierras de Córdoba se ha adelantado la campaña de incendios y se han batido récords de intensidad. ¿Está cambiando el régimen de incendios en Argentina? ¿Podemos esperar más fenómenos extremos en los próximos años?

M.B.: Sí. Estos incendios, que requieren evacuar barrios enteros, que arrasan con todo a su paso, avanzando a gran velocidad y superando la capacidad de extinción de los sistemas de emergencia, era algo que estábamos acostumbrados a ver de forma recurrente en California, pero en los últimos años se han dado en Portugal, Grecia, España, Chile, Bolivia, Australia… y este año, le tocó a Argentina.

Frente al cambio climático, los ecosistemas, especialmente en determinadas zonas, se tienen que adaptar a las nuevas condiciones ambientales. Si no gestionamos nuestro paisaje y le ayudamos a ser más resiliente, el fuego lo hará por nosotros. La sociedad tiene que estar preparada para estos cambios y adaptarse, aprender a convivir con el fuego. La prevención es la mejor solución para evitar que ocurran grandes catástrofes. Debemos trabajar siendo conscientes de lo que puede llegar en los próximos años. No es sólo cuestión de adquirir más recursos de extinción, sino, tener más conocimiento, aplicar otro tipo de estrategia. El escenario actual es complejo. Todavía no comprendemos algunos de los fenómenos que se dan en los nuevos incendios, y eso dificulta su anticipación y simulación.

 

vft: ¿Qué característica principal tienen los incendios de sexta generación?

M.B.: Estamos hablando de incendios muy rápidos, que en poco tiempo afectan grandes superficies, con la generación masiva de focos secundarios y la liberación de mucha energía a la atmósfera, con una columna de humo que termina en un pyrocumulonimbus… columnas con desarrollos verticales que pueden rondar los 10km. Las intensidades que se generan les permiten modificar la climatología a su alrededor. La meteorología local deja de ser la que domina el fuego y la que influye sobre su comportamiento. Son incendios con capacidad de generar vientos intensos, con direcciones cambiantes (de ahí que en ocasiones se produzcan firenados o remoinos de fuego) e incluso modificar la atmósfera en altura. Las velocidades de propagación y las intensidades son extremas, los cambios de rumbo de avance del fuego, frecuentes. Son fuegos imprevisibles, que superan la capacidad de los sistemas de extinción.

vft: ¿Cómo podemos evitar estos incendios?

M.B.: En las últimas décadas se ha producido un cambio drástico en los usos del suelo. Las áreas rurales se han ido abandonando, la vegetación ha ido creciendo sin contol. Hemos perdido esos mosaicos de discontinuidad que son tan valiosos en el momento de extinguir un incendio. Por otro lado, la urbanización sin conocimiento ni planificación del territorio, es un peligro. Hay que generar conciencia social y política. Entender que vivir en áreas de interfase puede acarrear grandes riesgos si no se gestiona debidamente el territorio. Lo vemos claramente en el caso de la Patagonia Argentina; el área donde ocurrieron estos incendios fue la zona de Epuyén, El Hoyo, Lago Puelo y Cholila en los alrededores de El Bolsón. Hay que prestar mayor atención a estas zonas, porque la mayoría de los incendios de vegetación se producen allí (las igniciones suelen asociarse a la presencia del hombre sobre el territorio).

El fuego técnico es una gran herramienta para reducir la carga y la continuidad de los combustibles sin dañar el ambiente. Cuando se hacen quemas controladas desde los sistemas de emergencias, se tiene muy en cuenta la ventana de prescripción, se busca el momento adecuado y la intensidad necesaria para no afectar  especies protegidas y conservar la salud de los ecosistemas. La prevención es esencial para evitar que ocurran grandes incendios que afecten toda la masa forestal extendiéndose incluso hasta zonas organizadas.

vft: ¿Alguna predicción de futuro?

M.B.: Más que predicción, una alerta de futuro. En los últimos años hemos analizado incendios en Noruega o Irlanda, sitios donde no sería esperable que ocurrieran comportamientos severos o longitudes de llamas importantes. Hay que prestar mucha atención a estas anomalías y tomar consciencia de que pueden llegar a darse situaciones extremas en entornos poco habituales.

 

vft: Desde España has analizado los incendios de Chile, Bolivia, Australia. ¿Qué ha permitido el trabajo internacional o la asistencia remota?

M.B.: La cooperación internacional es muy interesante porque permite la formación de equipos multidisciplinares. El intercambio de información entre ingenieros forestales, meteorólogos, físicos, geógrafos, biólogos, que además trabajan en distintas partes del mundo y en contexto de incendios muy distintos, permite cruzar información para un aprendizaje común, potencia el conocimiento global sobre el fenómeno del fuego.

 

Agradecemos a Mercedes el tiempo dedicado para ayudarnos a comprender la nueva realidad de incendios que enfrenta nuestro país.

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